lunes, 28 de diciembre de 2009

Alfredo Marcucci



Alfredo Marcucciy su bandoneonAlfredo Marcucci y su bandoneon

Alfredo MarcucciAlfredo Marcucci

Alfredo Marcucci

Alfredo Marcucci

En un pueblito a 60 kilómetros en las afueras de Bruselas vive Alfredo Marcucci. Durante catorce años, entre 1962 y 1976, fue el fiel escribiente de todas las actuaciones del grupo Los Paraguayos, con Luis Alberto del Paraná y Reynaldo Meza. Metódico, el maestro conserva esosdiarios de viaje donde está resumida la extensa historia de ese grupo que viajó por Asia, Europa y América conquistando nuevos mercados para el arte latinoamericano.

Marcucci fue el arreglador de ''Los Paraguayos'' y sigue dedicado a la música. Pudimos entrevistarlo justo antes de que partiera rumbo a Taiwán para ofrecer una serie de presentaciones junto a su grupo de tango. Con sus 70 años encima, sigue vital, lleno de alegrías y con una modestia

envidiable. Gracias a la amable gestión del embajador paraguayo en Bélgica y Unión Europea, Manuel María Cáceres, hemos podido contactar personalmente con Marcucci. Antes habíamos conversado telefónicamente y siempre se mostró abierto a un diálogo franco y directo. El viaje desde Bruselas a Landen lo compartimos con el cónsul Juan Castillo, quien llegara a estas latitudes

hace varios lustros. Conocedor de la trayectoria y el valor del aporte del músico argentino, Castillo nos brindó estimables detalles sobre el paso de Paraná por Bélgica.
Marcucci nació en 1930 en las afueras de Buenos Aires. Desde niño se dedicó a ejecutar el bandoneón, bajo la dirección de su tío Carlos Marcucci. Como no contaban por entonces con partituras, el joven instrumentista aprendió las melodías de oído. A los 15 años perdió a su padre y su tío le dio la oportunidad de integrar su orquesta. Nace así una carrera que lo llevaría

por los más distantes escenarios, incluyendo giras con Julio de Caro y Carlos di Sarli. El repertorio de entonces incluía tango y jazz.

''Siempre anotaba todo. Tenía esa manía desde Japón. Como estaba condenado a un viaje perpetuo, dedicaba parte de mi tiempo a llevar un registro de todas mis actividades'', señala el maestro que también compartió giras con Julián Plaza, Atilio Stampone y Ariel Ramírez. Los viajes de Marcucci en los años cincuenta por Asia y el Medio Oriente le permiten un fortuito encuentro con Paraná en Estambul. De ese primer contacto surge la invitación de Paraná para integrar el grupo, situación

que luego se concreta en 1962.

El diario de Marcucci con ''Los Paraguayos'' arranca un 7 de julio con el concierto en el estadio de Sofía, Bulgaria. La meticulosidad es increíble, pues hasta su alejamiento del conjunto, en 1976, tiene registrado día a día la actividad del grupo, con particulares detalles que tornan esos registros

en un documento imprescindible para conocer una parte significativa de la carrera de Paraná.

A modo de resumen, solamente en sus dos primeros años, se consignan 20 actuaciones en Bulgaria, 44 en Rumania, 27 en Israel, 1 en Alemania, 18 en Inglaterra, 27 de nuevo en Israel, 24 consecutivas, más otras 8 alternadas y 6 galas en Turquía, 7 en Chipre, 38 en Grecia, 12 en Alemania, una en Suiza, grabaciones en Bélgica para la Philips, 25 en Finlandia, 15 nuevamente en Alemania, 35 en Turquía, de regreso a Alemania, Suiza e Inglaterra con más de 50 recitales. Entre medio, viajes a la ciudad belga de Amberes, al reparador descanso en el hotel Old Tom, a cincuenta metros de la estación central de trenes.
Justamente el lunes 4 de noviembre de 1963 es una fecha histórica para Paraná y ''Los Paraguayos''. En el Reino Unido se realizaba anualmente una gala con los mejores artistas de las más diversas disciplinas artísticas, los célebres conciertos benéficos organizados para la realeza británica.

''Sabíamos que había un conjunto que estaba haciendo furor, pero yo no tenía idea exacta de quiénes eran 'Los Beatles' '', recuerda Marcucci que conserva en su poder el diploma que le entregaron firmado por la Reina Elizabeth.

''Desde la mañana, durante los ensayos, había tantos periodistas y fotógrafos. 'Los Beatles' eran tipos muy elegantitos, con pelo raro para esa época. Cada conjunto tenía marcado solamente dos piezas y para el saludo final debía subir al escenario un integrante. En representación de nosotros, estuvo Luis Alberto. Como ellos eran muy famosos, estuvieron los cuatro'', memora Marcucci.

Cuando le consultamos si tenía un programa de ese concierto, nos pidió que aguardáramos un momento y subió al altillo de su confortable vivienda en las afueras de Landen. Era un día soleado de primavera, lleno de luz y aprovechamos para reproducir en el jardín algunas de las fotos inéditas que cuenta en su abundante archivo. Marcucci regresó con un cajón de cartón lleno de documentos y rebuscando bien abajo del mismo, sacó primero un atado de fotografías de esas que se entregaban a los fans. Luego encontró el programa y el diploma firmado por la Reina Madre.

Increíblemente, este testimonio de un logro que poquísimos artistas en el mundo alcanzaron en su carrera estaba escondido en un cajón, documento que muchos otros explotarían como un pasaporte de prestigio. El maestro, en cambio, tiene una actitud mucho más modesta y conserva recuerdos que hablan de su amor hacia el Paraguay.
Desde su incorporación al grupo de Paraná, el maestro argentino fue el responsable de los arreglos de ''Los Paraguayos'', además de interpretar la guitarra, el bajo eléctrico, canto y por supuesto, su pasión, el bandoneón. En su residencia conserva uno de los discos de oro que recibieron ''Los

Paraguayos'' por ventas de más de un millón de copias de los entonces LP's para la Philips. Esas cantidades en la década del sesenta eran cifras muy difíciles de lograr, más todavía con música folclórica latinoamericana.

''Muchas veces me pregunto qué pasará si lo pongo en el tocadiscos'', bromea Marcucci, mirando la placa dorada que cuelga en su sala, a un costado de un cuadro pintado por un amigo argentino donde se lo ve al maestro ejecutando el bandoneón. La revisión de los diarios escritos con tanto esmero abarca por supuesto la muerte de Paraná en Londres, ese domingo 14 de setiembre de 1974. Los dibujos, el detalle de cada actuación, la modalidad de viaje, el lugar donde se presentaban, la cantidad de conciertos y el porcentaje que le correspondía a los músicos son una hoja de ruta que mirando atrás habla del profesionalismo de estos artistas.

Durante dos años más, hasta 1976, Marcucci continuó con Reynaldo en el conjunto, para luego regresar definitivamente a Bélgica, donde fijó residencia, abandonó la música, trabajó como empleado en una fabrica de plástico, de la cual es jubilado, hasta que el llamado de la música lo

retornó a los escenarios.

En 1997 lanzó el disco compacto ''Tímeles tango (Tangos sin tiempo)'', junto con el Ensamble Piacevole, un quinteto formado por Nico Baltussen, Gudrun Vercanpt, Yves Cortvrint, Luc Dejes, Ludo Joly. El repertorio elegido incluye composiciones de Astor Piazzolla (1921-1992), Carlos

Marcucci (1903-1957), Julio de Caro (1899-1980), Dirk Brosse, Vicente Greco (1888-1924), Juan Carlos Cohíban (1896-1953).

La historia de Marcucci es extensa y da para numerosas otras anécdotas. Su valioso diario encierra la verdadera ruta trazada por uno de los artistas paraguayos que más prestigio le dio al país, Paraná, con giras que llenaban los más amplios escenarios mundiales. La admiración y respeto que el maestro tiene hacia nuestro compatriota es total. Conserva un recuerdo casi mítico de Luis Osmer Meza y debido a la dificultad de contactar con las nuevas generaciones en el Paraguay y la

Argentina, sigue su carrera por nuevos senderos, siempre de la mano de su bandoneón.

La última vez que visito Asunción fue en 1987, es decir hace 14 años. ''Estuve solamente unas horas en el aeropuerto. Intenté llamar a algunos amigos, pero inclusive los números de teléfono que tenía ya no correspondían. Lo mismo me sucedió en la Argentina''.

Casado y con hijos belgas, sus raíces sudamericanas están un tanto cortadas por el Océano Atlántico. Tal vez sería bueno que en un futuro no muy lejano, algún empresario recuerde a este artista que sigue impresionado por los sonidos de las polcas, chamamés y guaranias. Cuando le hicimos escuchar el disco de Juan Carlos Oviedo con los hermanos Acuña, con el bandoneón de

Catalino Argüello, como si fuera un niño travieso se puso a jugar en el aire con las notas, trazar figuras y preguntarle a Castillo cómo hacía Argüello para tocar del modo que lo hacía. ''Eso en Si bemol no lo tengo yo. ¡Qué linda la picadita del arpa (de Tito Acuña)! Parece que no va a llegar, y llega'', fueron algunas de sus expresiones.

La gira en Taiwán se extenderá hasta fin de mayo. Es increíble cómo los asiáticos siguen sensibilizados hacia expresiones que tienen sus orígenes en Sudamérica, mientras nosotros continuamos olvidando a figuras artísticas como Alfredo Marcucci, un señor de esos que quedan pocos en el ambiente cultural. Fuente José Luis de Tone desde Bélgica.