martes, 14 de junio de 2011

Emilio Balcarce

Emilio Balcarce
Emilio Balcarce

Alberto Marino con Emilio Balcarce
Alberto Marino con Emilio Balcarce

BALCARCE, Emilio. (Nombre de familia: Emilio Sitano). Músico. Violinista. Director.
Compositor. Arregiador.

1. Ubicación. Extremadamente joven —tenía poco más de veinte años— alcanzó su madurez de artista. Esta temprana consolidación de su personalidad, inicialmente expresada en la es-
critura y en la dirección orquestal, le ha permitido cimentar y coronar en la plenitud de sus facultades creadoras una obra considerable, sólida, influyente que es piedra angular del tango instrumental evolucionado.  Esta inventiva quedó luego patente en los dominios de la composición con varias páginas excelentes y una —para la antología— que lo pinta de pies a cabeza: La bordona. Asomó con el fervor de la generación de 1940 —a la que pertenece—,
para proyectar más tarde la ascendente riqueza de su música en el panorama del tango contemporáneo. Apelando no sólo a su talento y a su obra ya realizada, sino a su invariable conducta de artista, debe estimársele entre las figuras fundamentales del tango todo.

2. El arreglador. La buena formación musical; el conocimiento a fondo de cuanto hace a la arquitectura y a la expresión de la orquesta típica;  la genuina sensibilidad de hombre de Buenos Aires —en lo romántico y en lo canyengue—; y sobremanera la calidad de las ideas musicales, son los cuatro rasgos de su personalidad que mejor definen la fisonomía de su
escritura orquestal.  El espíritu de sus arreglos es de ascendencia netamente milonguera; sobre esa base acuñada en lo tradicional elabora él la sobria y ceñida trama instrumental, contrapunteando, encadenando solos, enlazando temas y recreando sutilmente el texto original de la obra arreglada.
Si por lo general su escritura mantiene en los preceptos de la armónica clásica, no des-
deña —si su idea lo propicia—, un tratamiento armónico definidamente moderno.
Aunque más allá de todo análisis su concepción de la orquesta de tangos está regida por esa inexplicable combinación de instinto y de "saber hacer" que vibran en la gran "polenta" tanguera. Son ejemplos, entre otros muchos de inconfundible personalidad, sus trabajos para Alfredo Gobbi (Sí sos brujo, disco Victor—1952—) para Aníbal Troilo (La Bordona, Odeón —1956—); para Leopoldo Federico (Sideral, disco Columbia —1964—); para Osvaldo Pugliese
(La Mariposa, disco Philips —1967—); para el Sexteto Tango (El choclo, disco Victor—1969—).

3. El compositor. Juntamente con Osvaldo Pugliese —pero en estilo diverso— es uno de los pocos continuadores modernos de la sensibilidad "criollista" que pulsa subterráneamente los temas de Agustín Bardi. Escondida o trasuntada, hay una seducción de vidalita o de estilo en varias de sus composiciones; particularmente en lo que hace a la delineación de la melodía
pura; así en El tobiano, en Sí sos brujo, en La bordona. Estructuralmente sus tangos se avienen al canon ortodoxo; anímicamente proceden en línea recta del tango de corte milonga para orquesta, cultivado y definido en sus formas evolutivas por Julio De Caro, Pedro Laurenz, José Pascual y otros. Dentro de esa tesitura con genuina pasta de compositor, siempre alcanzó a gestar una página que importa un mojón en los anales de la música popular rioplatense: La bordona.
Está inspirada en un diseño melódico de raigambre, de forma y de acentuación estridamente guitarrístico, tratado como preludio y posludio, y como "leit motiv" de encadenamiento de las dos partes de inmensa belleza, —una melódica, una rítmica—que articulan la obra. Y hay un dejo español curiosamente extraño a esta música que es un verdadero modelo de composi- ción tanguística y a la vez de síntesis esencial profunda, de tres tiempos interiores del
arte porteño: la reminiscencia de frontera urbana, la presencia del clasicismo milon-
guero y el dramatismo de la ciudad moderna. Habiendo producido además buenas
páginas cantables, lo capital de su repertorio y de su relevancia de compositor queda referido a sus piezas orquestales, entre las cuales, por añadidura de las ya mencionadas, dio a conocer también Norteño, Bien compadre y Mi lejana Buenos Aires.

4. El director. Menos extensa y de menor  gravitación en la estimación total de su per-
sonalidad que su realización como arreglador y compositor, su labor en la dirección orquestal merece ser señalada aparte. Sus agrupaciones por virtud del arreglo, pero también por la excelencia de la conducción, tuvieron siempre un inconfundible estilo, digno de haber sido cultivado y desarrollado. La refinada expresión instrumental, el equilibrio rítmico, la madura complacencia por el matiz que puntúa y exalta la frase y cierto aire de melancolía, fueron característicos en esos trabajos de dirección. Son muestras bien representativas, tomadas de
la época en que condujo el acompañamiento del cantor Alberto Marino, sus versiones
de Organito de la tarde, El motivo, Fui, Qué habrá sido de Lucía, Calle del ocaso, De
tardecita.
Deben ser también convalidados como méritos suyos de dirección orquestal—aunque compartidos con sus compañeros del Sexteto Tango— las excelentes interpretaciones logradas por este conjunto.

 5. Biografía. Nació en Buenos Aires el 22 de febrero de 1920. A los 10 años de edad
comenzó estudios musicales de violín con los maestros Vidal y Paiva. Cursó luego armonía y contrapunto con Elhert, Fischer y Marcoli. Debutó profesionalmente en 1935 como integrante de la orquesta de Ricardo Ivaldi.  Tres  años  más tarde formó  su  primera agrupación propia —tenía 18 años—, la cual encabezó no como violinista, sino como ejecutante de bandoneón, instrumento éste que aprendió a tocar por propia cuenta. Desde 1942 ya definitivamente con el violín, colaboró con los directores Edgardo Donato, Luis Moresco y Manuel Buzón. El 2 de noviembre de 1943 presentó su nueva orquesta, secundando al recién promovido solista Alberto Castillo; en distintas actuaciones tocó en bailes, Radio Belgrano y grabó para discos Odeón. Continuó luego como director independiente incluyendo en su conjunto al vocalista Jorge Durán; posteriormente, compartió el cartel con el cantor Amadeo Mandarino. En 1946 desvinculado Alberto Marino del conjunto de Troilo dirigió y arregló el acompañamiento de dicho cantor, debutando en el café Marzotto y grabando también esta vez para Odeón. En 1948 se consagró —con exclusividad— a su especialidad profesional de orquestador: realizó
entonces —y después—, trabajos para Troilo, para Francini-Pontier, para Basso, para Gobbi. En 1949 comenzó una larga instancia de su trayectoria: ingresó como ejecutante y arreglador a la orquesta de Osvaldo Pugliese. Perteneció a ésta por casi veinte años; participó de todas las actuaciones de esta orquesta: radio, discos (Odeón, Stentor, Philips), bailes, recitales, televi-
sión, teatro, cumpliendo dos importantes giras a la URSS y China en 1959, y Japón en 1965. En abril de 1968, en una desvinculación transitoria de la agrupación de Pugliese —que a poco se hizo definitiva— fundó y animó juntamente con Ruggiero, Lavallén, Plaza, Herrero, Rossi y el vocalista Jorge Maciel el Sexteto Tango, registrando entonces versiones para Victor y CBS.

 A más de las composiciones ya citadas, produjo estas otras: Pincelada, Entre copas y recuerdos, Lecherito del Abasto, Embrujo de mi ciudad, Camino del perdón, Qué habrá sido de Lucía, Poruna muñeca, La conciencia, De mi ciudad, Mientras caen las hojas, Papá gallego —todos tangos cantables— y el Candombe Blanco. Fallecio el 19 de Enero de 2011. 
Por Horacio Ferrer 
Editado para la web por El tango y sus invitados