miércoles, 17 de febrero de 2016

Anibal Appiolaza Semblanza

 Orquesta Anibal y Héctor Appiolaza


Anibal Appiolaza

Anibal Appiolaza: El 24 de setiembre de 2008 entró en su nueva dimensión nuestro querido y recordado Aníbal, de quien no podemos hablar sin hablar de música popular, sin hablar de bandoneón, sin hablar de tango, sin hablar de música, de músicos, de amigos y de radios.

Appiolaza nació en 1927 y en 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial, en la que Argentina se declaró neutral, lo que le permitió convertirse en el país "reserva" para las potencias en guerra. Esto posibilitó el desarrollo a nivel industrial de frigoríficos y bodegas.


Las ciudades industriales y portuarias, como Buenos Aires, se convirtieron en importantes centros de concentración de trabajadores, que migraban desde las provincias y dieron un aumento desmesurado a la población campesina y provinciana en la capital del país, que les dio el despectivo mote de "los cabecitas negras".

El tango fue la música propia de estos sectores sociales, que se transformaron en los sujetos del cambio económico, socio-cultural y tecnológico, que ubicamos desde finales del siglo XIX.

Nos dice Sergio Pujol: "En un mundo que se prende fuego con una guerra devastadora, el baile es el ideal del movimiento pacífico, las pulsaciones en un juego que podrá ser intenso pero nunca destructivo" (Pujol; 1999, 156).

Para completar mi ajustada referencia del contexto socio-cultural señalaremos algunas disposiciones gubernamentales, pensadas para atenuar la realidad social, extremadamente alienante. "El gobierno de Agustín Justo decretó en 1932, como paliativo para esa realidad, la ley del "sábado inglés", y en 1934 la ley de vacaciones pagas, para empleados y obreros.

Debido a estas leyes, los fines de semana se hicieron más extensos y aumentaron las horas de ocio y diversión. Se amplió de esta manera la franja de actividades festivas. Si el cine llevó las salas de proyección a los barrios, el baile se instaló definitivamente en todos los centros comunitarios, clubes deportivos y sociales, no sólo en Buenos Aires sino en todas las ciudades más o menos importantes del país.

Este traslado de los bailes y "milongas" a los barrios comenzó en los años 1935 y 1936, cuando se clausuraron conventillos y prostíbulos -reemplazados luego por dancings y cabarets-, debido a la sanción de la Ley de Profilaxis de 1936.

Todo el país miró a Buenos Aires, se aporteñó y escuchó tangos, esos tangos que repetían los provincianos, porque también hablaban de sus vidas y conflictos.

"Los cantores de tangos eran los narradores orales de la Argentina de los cuarenta". ( S. Pujol 1999)

Aníbal tenía tan sólo 12 años y ya tocaba el bandoneón en el Chantecler.* Por esto afirmamos que Aníbal es parte y referente genuino de la Música Popular Urbana en Mendoza y en el país.

En 1924 ya había comenzado la ejecución de la música en vivo en los auditorios de las radios.

"Para los propios músicos el estudio de grabación y el auditorio radial constituyeron hasta la década del ’50 un espacio central de práctica, aprendizaje y labor artística" (González; 2004).

Se lo puede considerar el inicio de una etapa de mayor profesionalismo y de aumento de las exigencias técnicas, para poder competir en un campo laboral que permitía por primera vez la continuidad de la tarea del músico popular.

Se crearon muchas orquestas "típicas y características", cuya formación instrumental más tradicional, como ya dijimos, era de cuatro o cinco bandoneones, dos o cuatro violines, un piano y un contrabajo, lo que produjo un auge del estudio del bandoneón.

Aunque nunca, hasta la fecha, su estudio formó parte de los instrumentos curriculares de la Escuela de Música, de la UNCuyo. Pero igualmente la historia se construye y se formó una pléyade de músicos populares en violín, contrabajo, piano y guitarra.

Aparece así el músico popular con formación profesional, los que integraron parte de los organismos sinfónicos.

A este grupo de músicos pertenecen Héctor y Aníbal Appiolaza. Su búsqueda creativa fue incorporar a la orquesta típica la variedad tímbrica de la Sinfónica, por lo tanto agregaron flautas traversas, violoncellos, fagotes y accesorios.

Su empeño compositivo le brindó la satisfacción de que sus composiciones fueran estrenadas por la Sinfónica, y que en Mendoza fuera precisamente este grupo de músicos el que hiciera conocer los primeros tangos de Piazzolla.

Nos decía Osvaldo Marinelli, bandoneonista de la orquesta de Aníbal Appiolaza, refiriéndose a la labor de Aníbal, "que él nunca repetía la instrumentación de ninguna otra orquesta y realizaba los arreglos armónicos de acuerdo a su gusto" (entrevista, 2004).

Por ejemplo, destacaban los solos de violín, piano o bandoneón sin interrumpir la línea melódica de la obra. Además eran famosos también por los arreglos vocales para sus cantores.

En la entrevista que le realizamos en 1993, Aníbal nos explicaba con mucha convicción la diferencia entre los repertorios de uno u otro tipo de orquesta. Para él, la música popular era el tango, porque contenía la estructura compositiva y tímbrica para ser escuchado en teatros, aunque también se podía bailar.

Sus orquestas actuaron en bailes pero se dedicaron más a ofrecer conciertos o recitales de tangos en teatros y auditorios radiales, y a realizar giras por otras ciudades del país y países limítrofes.

Él inicia en Mendoza "Los Conciertos de Tango" y estrena obras de Astor Piazzolla, con la Sinfónica de la Universidad y con la Filarmónica de la Provincia, como solista de bandoneón y como director de sus propias obras.

Como referente ineludible del tango en Mendoza, Aníbal Appiolaza se expresó también con el bandoneón, símbolo y metáfora de un género musical que ha producido la síntesis sonora de la nostalgia, la soledad, el desconcierto y la esperanza de cantar a pesar del olvido. Fuente Carmen Gutiérrez Arrojo en el Diario Los Andes de Mendoza
Esta nota fue publicada al cumplirse un año del fallecimiento de Anibal Appiolaza