sábado, 5 de enero de 2013

Milonga


MILONGA.
1. — Lugar de baile. El Vizconde Beaurepaire Rohan en su Diccionario de vocábulos brazileiros (Río de Janeiro, 1889) afirma que el término es de origen "bunda" lenguaje éste usado por los ne- gros angolas en el Brasil —quiere decir "palabras"— y que al igual que el singular —-"mulonga"— conservó su original contenido africano: enredo.
Vicente Rossi a su vez sostiene el mismo significado y añade que "en el Brasil, se le llama «milonga» a los enredos, malas disculpas y a toda reunión alegre en demasía". ("Cosas de Negros" —Ed. Hachette, Bs. As., p. 116 y 117).

En la cuenca del Plata conservó esta última acepción. Por extensión inmediata se llamó así a los lugares de baile de los bajos porteño y montevideano desde fin de siglo pasado y a las sucesivas variantes de los mismos: los recreos y los cabarets. Con este sentido lo emplearon Manuel Romero en El taita del arrabal: "Pero un día la milonga / lo arrastró para perderlo . . ."; Miguel Buccino en Bailarín compadrito: "Bailas en ía milonga / con aire de importancia . . .; Juan A. Caruso en La garconniére: "Vengan todos a ver esta milonga. . .".

2. — Mujer de cabaret. Difundida y afirmada la palabra como denominación del cabaret, se llamó también y por extensión con ella, a la mujer profesional que trabajara en los mismos. Lo emplea así, Alberto Mastra en Un tango para Estercita: "Milonga ... Milonga . . . / qué sola te mueres; / milonga que tus citas tienen / una historia larga y una vida breve". Juan Carlos Marambio Catán en Acquaforte: "Las pobres milongas dopadas de besos . . ."; Carlos de la Púa en su poema Floreo: "Y es milonga de ley. Cuando camina / parece que siguiera el tango aquél / escuchado de paso en una esquina / o en un disco gastado de Gardel"; Celedonio Flores en Milonga fina: "Te declaraste milonga fina / cuando te fuiste con aquel gil...".

3. — Danza. Canción. Payada de contrapunto. Especie de la música popular definida en compás binario de 2/4, existente ya con sus diseños melódicos característicos en el Cancionero Colonial.
De su inclusión como música bailable en los lugares de recreo con danza o "milongas" recibió su denominación con la cual se la distingue desde 1870 aproximadamente. Carlos Vega en Danzas y Canciones Argentinas (1936) afirma: "Hacia 1880 o poco después conviven en el ambiente porteño tres formas populares de diversa procedencia y de distintas características melódicas, pero de idéntico ritmo o fórmula de acompañamiento. Una es la milonga, expresión local de viejo arraigo aunque antes se la llamara de otro modo. Ha adoptado coreografía porteña y es intensamente cultivada por el bajo pueblo . . . Subió a la escena muchas veces. Ya la vimos en la revista De Paseo por Buenos Aires (1889), después en la revista Exposición Argentina (1891) más tarde en el cuadro de costumbres campesinas Ley Suprema (1897) y en la zarzuela El Deber (1898). La milonga no perdió la vida hacia 1900; perdió el nombre. Alentará después de muchos años en la entraña del tango argentino". Entre las milongas difundidas a fines de siglo en ambas orillas del Plata debe citarse La Estrella de Antonio Domingo Podestá, ejecutada en las obras criollas representadas en circo y escenarios por sus hermanos y por él mismo. Hugo García Robles, a su vez, en El Folklore Musical de Argentina y Uruguay (Teoman Editores, Montevideo, 1965) añade: "Hacia mediados del siglo pasado está gestándose ya la Milonga en el Uruguay y en torno a 1870 está ya presente. A fines del siglo XIX llenaba tres funciones:
1) acompañaba el incipiente baile de pareja tomada independiente, subclase de abrazada que conduciría a una verdadera revolución coreográfica que compartiría con el tango;
2) es payada de contrapunto, después de haber desplazado en esta misión a la Cifra, y
3) es canción criolla que se canta con diferentes modales de estrofa (cuartetas, sextinas, octavillas o décimas)". Independientemente de su contribución a la gestación del tango como especie musical, como canción y como danza, la milonga subsistió en esos tres aspectos, alternando con el tango en las preferencias de los compositores populares ciudadanos, en el repertorio de las orquestas típicas y de los cantores solistas: Milonga de mis amores de Pedro Laurenz, Corrales viejos de Anselmo Aieta, La trampera de Aníbal Troilo, La puñalada de Pintín Castellanos, Así fui yo de Alberto Mastra, Nocturna de Julián Plaza, Barrio viejo del 80, de Enrique Maciel y Héctor P. Blomberg, Con alma y vida, de Carlos Di Sarli y Héctor Marcó, De pura cepa de José Ceglie y Osvaldo Sosa Cordero, Taquito militar de Mariano Mores, Mi- longa en rojo de Lucio Demare, Roberto Fugazot y Cátulo Castillo, Un bailongo de Gardel y Razzano, son ejemplos.
A partir de 1928 con Milonga triste, el compositor Sebastián Piaña y el autor Hornero Manzi recrearon la especie jerarquizándola musical y poéticamente a través de composiciones como Papá Baltasar, Milonga de los fortines, Juan Manuel, Canción por la niña muerta, Milonga del 900, Milonga de Puente Alsina, Pena mulata y otras.
Desde 1963 con Milonga del Ángel, luego con Romance del Diablo, Astor Piazzolla ha renovado la espe- cie en un contenido musical con proyecciones de desarrollo y elaboración insospechadas aún.
4. — Forma rítmica en el plano de la interpretación instrumental del tango. En la jerga privativa del ejecutante popular rioplatense, se denomina "bien milonga" o simplemente "milonga" a la forma rítmica de marcación fuerte, sostenida e intensa con que se interpretan ciertos tangos para solo orquestal, denominados precisamente, "tango milonga" o de "corte milonga". Son ejemplos los tangos Solfeando, vertido por la orquesta de Mario Demarco Milonga con variaciones de Canaro, por la orquesta de Horacio Salgan, Sin vuelta de hoja de Garralda por la orquesta de Alfredo Gobbi, De antaño de Pedro Laurenz, por el sexteto de Julio De Caro, Bien milonga de Ismael Spitalnik por la orquesta de Aníbal Troilo, para apelar a ilustraciones sonoras de épocas y modalidades diversas.

MILONGÓN. Se denominó así a cierta variante de la milonga de ejecución más arrastrada y más lerda que ésta, en el acompañamiento y con el canto ejecutado a contratiempo con reminiscencias del redoble de los tamboriles del negro criollo. Son bien representativos aquéllos que se tocaron intensamente en las academias del bajo montevideano, al sur, a fines del siglo pasado y sobrevivieron perdidos ya sus autores, en la memoria de algunos músicos por tradición generalmente oral como los que se conocen por "milongas de Bachicha" y que tocaba en su guitarra Alberto Galotti "Bachicha", El orillero, El sofá cíe La rosada, La garúa, La milonga del negro Hilario y Campamento. Otras fueron recogidas por Vicente Rossi a la memoria del músico Ángel J. Cortacans: Cara pelada, Señor comisario, La canaria de Canelones y Pejerrey con papas, genéricamente denominadas como "milongas clásicas de la academia montevideana".
Horacio Ferrer