viernes, 7 de octubre de 2011

Ghetto tango


Ghetto tango: Hace un par de años apareció en Buenos Aires una apasionante y muy bien documentada obra acerca de la presencia judía en el tango. Esa obra, Tango judío, de Julio Nudler, incluye un capítulo, “Tango de la muerte”, que rescata algunos encuentros entre esa música porteña y los trágicos días del Holocausto. Nudler recuerda tres momentos. El primero es el famoso poema de Paul Celan, escrito en 1944 en su Czernowitz natal asolada por los nazis, poema que comenzó llamándose “Tango de la muerte” y cobró renombre como Todesfuge, “Fuga sobre la muerte”: “Negra leche del amanecer la bebemos de tarde / la bebemos a mediodía y de mañana la bebemos de noche / bebemos y bebemos / cavamos una fosa en los aires allí no hay estrechez... ” dicen sus primeros versos.


En segundo lugar menciona aquella obra los tangos que con siniestro sentido del humor los guardias nazis solían forzar a interpretar a músicos judíos en los campos de concentración, para acompañar la marcha a la muerte de otros prisioneros. Finalmente recuerda allí Nudler a un mediocre compositor argentino radicado por aquellos años en Europa, que componía tangos para los fascistas italianos, para sus correligionarios españoles, y para los nazis, incluído el pronazi ambajador argentino en Berlín.
Pero resulta importante agregar que las nostálgicas notas del tango fueron también, durante el Holocausto, utilizadas por los judíos para acompañar en ghettos y campos, algunas de sus canciones de resistencia.

 Resistencia en la dimensión tiempo

Se suele pensar la vida de los judíos confinados en los ghettos nazis como una suerte de álbum de imágenes y anécdotas, espantosas pero fijas, en tres dimensiones, dejando escapar la cuarta dimensión, el tiempo; se suele olvidar que, por ejemplo, el ghetto de Lodz duró, día a día, cinco años; el de Varsovia tres años y medio; el de Kovno tres años, el de Bialystok más de dos... Esto no significa que la gente haya sobrevivido en aquellos lugares todo ese tiempo, pero muchos lo hicieron durante largos meses, durante años incluso. Es decir que tuvieron que organizarse en esos sitios una vida diaria. Los testimonios nos los muestran lidiando, en esa vida diaria con la hambruna y la promiscuidad, con la degradación, la enfermedad y la muerte, situación que despertaba en una cantidad de prisioneros todas las miserabilidades propias de esa situación límite.

Pero para muchos otros, la vida concentracionaria estaba hecha también de solidaridad, de rebeldía, de resistencia, de humor —amargo, claro—, de búsqueda de belleza y de poesía.

¿Cómo conservar en el planeta nazi la dignidad y la cordura? Muchísimos no lo lograron. Una minoría huyó a los bosques y se atrincheró en la lucha armada, pero muchos otros se inventaron diversas maneras de aferrarse a su condición humana, de resistir, de darle un sentido a la propia vida, a menudo arriesgándola. Era lo que hacían los maestros que organizaban escuelas clandestinas en los ghettos; los periodistas que escribían, mimeografiaban y distribuían en las narices de los nazis publicaciones prohibidas; los historiadores que reunían documento a documento y los enterraban en cajas herméticas, para que esa memoria diese testimonio alguna vez por ellos; los dibujantes y pintores que, a escondidas, daban testimonio con su lápiz o su pincel; los fotógrafos que documentaban lo que sucedía, aunque los rollos fotográficos fueran inhallables y el solo hecho de poseer una cámara estuviese penado con la muerte; era lo que hacían los músicos, compositores, directores e intérpretes que continuaban componiendo e incluso dando conciertos en medio de la deshumanización sistemática; los poetas que transformaban esa pesadilla colectiva en versos de una belleza aterradora o los actores que levantaban teatros clandestinos o montaban en los ghettos revistas musicales repletas de humor y de guiños cómplices para un auditorio necesitado de una broma a costa de sí mismos y de ironías a costa de un enemigo que aparecía a todas luces invencible.

 Había vuelto la época de los trovadores

Posiblemente se cuenten entre los fenómenos menos conocidos de la resistencia judía durante la Shoá, los poetas populares y las revistas musicales que desarrollaron una singular labor vitalizadora en diversos ghettos.

Resulta llamativa la enorme cantidad de diarios testimoniales, poemas y canciones escritos en esos opresivos recintos. No sólo escritores profesionales componían textos y poemas. “Surgió algo así como una epidemia de escribir. Escribía gente que conocía las reglas de la ortografía; escribían semianalfabetos y analfabetos enteros” cuenta Najman Blumental. Gente común, que en su vida había escrito una línea, incluso niños y amas de casa, se sorprendían escribiendo poesías, musicalizándolas o encontrando quien las musicalize, y a menudo lo hacían en ritmo de tango. Y era común que sus mismos autores se plantaran en alguna esquina del ghetto a cantar esas canciones, que a veces eran atrapadas por los oyentes y pasadas de boca en boca hasta formar parte de un nuevo extraño folklore instantáneo. Había vuelto la época de los trovadores.
Shmerke Kacherguinsky, poeta y partisano del ghetto de Vilna que vivió en Buenos Aires y uno de los recopiladores de las canciones compuestas en ghettos y campos, dice que “los tonos menores, tristes, de los tangos, estaban entre las melodías más adoptadas por sus autores. No pocos motivos fueron compuestos en el ghetto en tiempo de tango. Muchos tangos, además, fueron cantados también con los textos de preguerra que no habían perdido actualidad en el ghetto, textos de amor, de nostalgia, maternales, etc”.

 Resistencia en ghettos y campos en forma de tangos

En los años ‘40, ‘41 y principios del ‘42 funcionaron varios teatros en el Ghetto de Varsovia, (dos o tres en ídish, otros tantos en polaco, alguno en hebreo) y también salas de café y cabarés, que presentaban piezas satíricas con tópicos políticos, sociales y humorísticos. Otro tanto sucedía en el Ghetto de Vilna. Están documentados los textos cantados en sus revistas musicales, algunas de ellas clandestinas, pero incluso las abiertas llenas de guiños cómplices.

A un considerable número de canciones de los ghettos y de los campos, sus autores, los compositores o la masa les adaptó motivos de tango, conocidos o nuevos. El siguiente "Idish tango", de autor desconocido, que fue cantado en diferentes ghettos, era una reelaboración y ampliación de un texto y melodía parecidos de antes de la guerra. En su lengua original comienza así: “Shpil zhe mir a tango ois in idish, / zol dos zain misnagdish oder jsidish. / Az di bóbele alein / zol kenen dos farshtein / un take a téntsele guein”. Perdiendo la belleza que tiene en ídish, mi versión castellana de este suena así:

Tango ídish

Toca para mí un tanguito en ídish / sea ortodoxo o jasídico, / que hasta la babele misma lo entienda / y salga a dar un bailecito.
Toca, toca, musiquerito, toca / que un corazón judío se emociona; / toca, te pido, con alma y fuego, / toca para mí un bailecito, toca.
Tócame entonces un tango sobre refugiados, / sobre un pueblo disperso, desperdigado, / y que chiquilines de cualquier edad / puedan entenderlo y bailarlo.
Tócame un tanguito, entonces, pero no ario, / que no sea ario ni sea bárbaro, / un bailecito con alma y fuego, / que el enemigo vea que todavía bailo.
Tócame entonces un tango sobre la paz, / sobre una paz que no sea sólo un sueño. / En cuanto Hitler y su Reich sucumban, / ¡qué bailecito nos vamos a bailar!
Toca, toca, musiquerito, toca / que un corazón judío se emociona; / toca, te pido, con alma y fuego, / toca para mí un bailecito, toca.

Vale la pena incluir un fragmento de otro tango, éste escrito en un campo de concentración, en Auschwitz, en polaco, por una chiquita judía de 12 años, finalmente asesinada y cuyo nombre no se retuvo. Esta canción cobró rápidamente gran popularidad en el campo, apoyado en la melodía de un tango muy conocido. Esta es

Tango de Auschwitz

Tenemos tangos, fox-trots y melodías / que antes de la guerra cantábamos y bailábamos; /canciones suaves, sonoras, con nostalgia / que nos arrullaban las cabezas con amor. / Ahora en guerra ya nadie hace canciones / de aquellos años jóvenes en la ciudad. / Canta, muchacha, una canción distinta / de días y noches tras alambradas del campo.
Refrán: Nuestro tango-esclavo bajo el látigo del que nos azota, / oh, el tango-esclavo del campo de Auschwitz. / Lanzas de acero de los guardias bestiales, / oh, nos convocan la libertad y el tiempo libre.


La resistencia en ghettos y campos tomó muchas formas, y estos anónimos autores de tangos ghetticos y concentracionarios merecen no menos reconocimiento, recuerdo y admiración, que quienes defendieron su dignidad empuñando armas en sus manos.Fuente Eliahu ToKer. Editado por el tango y sus invitados