lunes, 3 de octubre de 2011

Celedonio Flores

Celedonio Flores


Partitura de Apronte, Milonga de Celedonio Flores y Carlos Mayel


FLORES, Celedonio Esteban. ("Cele"). Autor. Poeta.
En ubicación cronológica inmediatamente posterior a la de Pascual Contursi, compartió con éste y con toda la pléyade de letristas procedentes del saínete—José González Castillo, Manuel Romero, Alberto Vaccarezza, Juan Andrés Caruso y Samuel Linnig— la génesis anímica y for-
mal del tango cantable. Al igual que Mi noche triste, Pobre palca, De vuelta al bulín e Ivette de Contursi, sus tangos Margot y Mano a mano son pilares, también, de toda la evolución literaria de la especie en función de canto. En la misma dimensión de originalidad creadora con que Pascual Contursi hizo tango con vibraciones líricas de payador, y González Castillo dio a su pluma calidades de espátula "modernista" para plasmar los densos óleos que sus letras involucraron, y Alberto Vaccarezza concibió las propias con colorido dramatismo de sainetería,  él fue el bardo popular de la crónica barriotera, del retrato áspero, del trazado de ambientes y de almas con rigor de inventario reo. Enraizado por temperamento y por sensibilidad a la ya tumultuosa corriente lunfardesca que en diferentes latitudes de estilo habían cultivado, precediéndolo, Félix Lima y Ángel Villoldo, Florencio Sánchez y Juan Manuel Pintos, puso a su verso sensaciones nuevas que fueron de la protesta al consejo, de la reflexión a la rebeldía. Y en la dispersa variedad de sus tangos —de sus milongas y de sus poemas—, hubo cierta subterránea continuidad como de relato, que hizo de su obra integral, en suma, una suerte de Martín Fierro del asfalto. Un Fierro que en vez del clásico "aquí me pongo a cantar. . ." de Her-
nández, podría llevar, por acápite y cancel, aquella estrofa primera de su Musa Rea: "No tengo el berretín de ser un bardo / chamuyador, letrao ni de spamento; / yo escribo humildemente lo que siento / y pa'escribir mejor lo hago en lunfardo".

Es que los diversos personajes o las situaciones campesinas del gran poema nacional tienen
equivalentes porteños en la sabiduría "terraja" que campea en Pa' lo que te va a durar, Nunca es tarde, Mala entraña, Atenti pebeta; en la madurez serena, meditabunda y cabrera de Cuando me entrés a fallar; en la íntima rebelión de Sentencia o de Pan; en los arrebatos líricos de Las cuerdas de mi guitarra o de Vieja luna; en la profesión de fe ciudadana que es Corrientes y Esmeralda.
Estructuralmente, sus letras se ciñeron al canon general de la especie; esto es: la letra concebida en función del desarrollo musical. En algunos tangos antiguos, como La mariposa, sus letras tienen tres partes diferentes. En todos los casos restantes, se desarrollan conforme al plan "primera - estribillo - primera bis repetición del estribillo". Excepción a ese plan fueron Margot y Mano a mano, por la sencilla razón de que no estuvieron originalmente concebidas para cantarse como tangos y él las escribió en cinco y seis estrofas estructuradas en quintetas, respectivamente. Sus tres mayores intérpretes han sido Rosita Quiroga —en la manera como "chamuyada"—, Carlos Gardel y Edmundo Rivero, quien contribuyó a la revalorización de su obra en torno y después de 1950, con perfecta consustanciación espiritual y vocal.
Nació en Buenos Aires, en el barrio de Villa Crespo, el 3 de agosto de 1896. Desde muy joven pudo vérsele por los clásicos cafés de su lugar, recitando unos versos iniciales bajo la influencia poética de Nervo y Darío. Su primera incursión por la rima de corte, de tema y lenguaje netamente rioplatense data de 1914, cuando hizo suyo el premio de cinco nacionales instituido por Camilo Villagra del diario "Última Hora", para un concurso de poetas. Cuatro años más tarde, ese poema titulado entonces Por la Pinta se convirtió en el tango Margot, cuando el guitarrista José Ricardo lo musicalizó por iniciativa de Gardel. Esa página fue como la antesala de Mano a mano, su éxito consagratorio y comienzo propiamente dicho de su ca-
rrera en las letras populares. Fue también en aquella sazón, cuando el mozo poeta y con ribetes de "dandy" que había en él, hizo—como Cátulo Castillo y el "Negro" De la Cruz— su incursión por los rings del boxeo, llegando —en 1923— a la final del campeonato argentino de los plumas (con el seudónimo pugilístico "Kid Cele") para perderla con Mario Reilly en el Club Universitario.
En la primavera de ese año —y ya en pleno suceso de La mariposa que escribiera sobre música de Maffia— produjo con José Servidio El bulín de la calle Ayacucho, que fue estrenado por el dúo Torelii-Mandarino en el Teatro Soleil y del cual Carlos Gardel hizo una creación maestra. A lo largo de su vida recitó versos por Radio Callao y recogió su producción dispersa de poemas en dos libros: Chapaleando Barro, editado en 1929 y Cuando Pasa el Organito. A más de los ya mencionados, dio a conocer también los tangos Carta brava, Venite conmigo, Mía, Tengo miedo, Viejo smoking, Te odio, Mentira, Si se salva el pibe, Gardel en París, Vos ya no me querés, Es preciso que te vayas, Canchero, Ahí va la catanga, Audacia, Gorriones, Viejo coche,
Por seguidora y por fiel, Por qué canto así, Yo no sé llorar, La carta que me dejaste, Milonga fina, Mediodía, El arroyito, Qué tiempo aquel, Perdoname (distinto y anterior al de Cátulo Castillo y Héctor Stamponi), Colorao colorao. Falleció en Buenos Aires, en su domicilio del barrio de Palermo, el 28 de julio de 1947, a los cincuenta años de edad. En 1969 el actor Santiago Gómez Cou grabó una selección de sus poemas en disco BGM con el cuarteto de Antonio Luchetti.
Por Horacio Ferrer
Editado para la web por El tango y sus invitados