martes, 19 de abril de 2011

Fernando Soler

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Fernando Soler Entrevista:
Dice Fernando Soler“Para mi padre y para mí, Gardel fue siempre muy especial. El llevaba en su billetera las imágenes del Padre Pío, Ceferino Namuncurá, Jesucristo y Gardel, como un elegido. Para mí el Señor Tango es él. La gente ha hecho una transferencia y se cree que el Señor Tango es Fernando Soler. Esto nació por el zorzal y él está en las dos cabeceras de esta casa. Este barrio de Barracas tiene un mérito muy especial porque esto fue tango, esto fue parte de la leyenda, estas eran las orillas de Buenos Aires, las historias que cuentan los tangos ocurrían en los suburbios: Barracas, la Boca, Puente Alsina, el lugar de los matones.
Nosotros heredamos el bandoneón de un marinero alemán que llega al puerto de Buenos Aires y se transforma en el alma del tango argentino. Amo el tango, me encanta la jerarquía que tiene, voy a defenderlo eternamente hasta el último minuto de mi vida. Ha sido mi pasión, la de mi padre, la compañía de mi madre, y de mi esposa Soledad.” Fernando Soler, titular de Señor Tango.
A principios de siglo, arribó a Buenos Aires una tradicional familia de inmigrantes italianos con sus baúles llenos de nostalgias y muchas ilusiones. Se instalaron muy cerca del puerto, en Barracas, un barrio de gente de trabajo, industrias y fábricas. Frente a la vieja estación, en pleno corazón, construyeron un almacén de Ramos Generales. Lo llamaron “Almacenes Brenta y Roncoroni” y fue tanta la pasión empeñada que se transformó en uno de los más prestigiosos de la zona. Su arquitectura tradicional dibujaba techos abovedados, columnas de hierro, pisos de adoquines en quebracho colorado, tres niveles, y detalles de solidez en su construcción. Con el transcurrir del tiempo, y respetando el sueño de sus fundadores, Fernando Soler, su actual dueño, lo ha reciclado íntegramente manteniendo intacta la estructura. Su fachada recuerda una catedral romana y en su ingreso, se percibe la elegancia y el sueño realizado por aquellos pioneros aggiornado magistralmente. Esta maravillosa casa es hoy “Señor Tango”, emplazada en el antiguo barrio de Barracas. La rutilante puesta nos deslumbró con su espectáculo junto al glamour y la sensualidad de los colores, luces y sonidos, y nos invitó a disfrutar de manjares al compás del dos por cuatro.
En esta auténtica y nostálgica noche porteña, recorrimos repertorios desde Juan D´Arienzo hasta Astor Piazzola desencadenándose un espectacular cierre con la interpretación de “La misa Criolla”, el tema central de la opera rock “Evita”, y “Roxanne”, del maestro Mariano Mores.

“El tango es un sentimiento triste que se baila”, éstas fueron las palabras con que Enrique Santos Discépolo lo definió. El introduce sus ritmos y cadencias sigilosamente en nuestras venas, sus letras en nuestro corazón y su apasionamiento en el alma.
“Señor Tango” ha sido declarado de interés parlamentario por la Honorable Cámara de Diputados, de Interés Turístico por la Secretaría de Turismo de la Nación y de Interés Cultural por la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Su creador, el artista Fernando Soler, nos abrió las puertas de esta casa embriagada de ciudadanas notas musicales y sus recuerdos comenzaron a rodar…
K: Fernando, ¿cómo fue tu infancia y cuándo nace este profundo amor por la música?
F: Me tengo que remitir a mi Pigüé natal y puedo decir que fue maravilloso, conviví con el tango desde el comienzo de mi vida. Nací en el ’57 y a mis cinco años ya “me acunaba el tango, la canción materna, pa’ llamar el sueño”. Recuerdo a mi padre, con los ensayos de su orquesta de tangos, y algunos carnavales en el Club Italiano de Pigüé, donde una noche me quedé dormido a los pies de los violines. Mi tío Héctor tocaba el violín en orquestas como la de Florindo Sassone, entonces lo llamaban y él llevaba desde la capital porteña hacia Pigüé cuatro violines importantes, dos bandoneones, mi papá tocaba el contrabajo y también cantaba. Recuerdo con mucha nostalgia el tango que sonaba en ese carnaval del Club Italiano, y escucho las risas y tantas otras cosas que me hicieron tan feliz.
K: Es decir que tu padre ha sido quien iluminó tu camino como cantante, trasladándote el profundo amor por las músicas y letras de tangos.
F: Totalmente, además me quiso sacar del potrerito y me enseñó a vocalizar. Víctor Renda que tenía una voz maravillosa, era barítono, le enseñaba a mi padre las clases de canto que él recibía acá en Buenos Aires, y luego él me las transmitía a mí. Canté “Dichas pasadas” por primera vez en el Cine Teatro Italiano de Pigüé, en una fiesta para los bomberos voluntarios. Yo tenía por entonces ocho años. Esas fueron mis primeras actuaciones…
K: ¿A tan temprana edad comienzan los reconocimientos en el pueblo de Pigué, esta Colonia Francesa del sur de la provincia de Buenos Aires que tantos recuerdos te trae?
F: Sí, mi pueblo natal me comenzó a reconocer como una figura juvenil del tango, yo era un pibe todavía. Siempre los 4 de diciembre de cada año, en su fiesta, me encontraba cantando algún tango. Recuerdo nítidamente cuando se festejaron los cien años del pueblo, nos visitó François Mitterrand, Presidente de Francia en ese momento. También venían hombres que vivían para la poesía, que amaban el tango, y habían escrito cosas maravillosas. Juan Carlos Cobián, pianista y compositor de memorables letras, fue quien incentivó las peñas de tango en el pueblo, y yo precisamente cantaba en ellas.
K: ¿Cuándo se produce el gran salto a la Capital porteña?
F: Fue precisamente a los diez años. Se realiza en Pigüé una ronda de semifinalistas, gano y voy a cantar a Bahía Blanca. El encuentro se llamaba “Hoy actúa Usted”. Con el mismo Canal 9 de Bahía Blanca a los catorce años vengo a Buenos Aires y participo del Primer Encuentro Musical de la Juventud Argentina, junto a representantes de todas las provincias. Se hace una semifinal en Radio el Mundo donde quedaron cinco finalistas de cada género: folklore, música beat y tango. En el Luna Park se hace la final. Recuerdo que el Ministro de Bienestar Social era Paco Manrique, y de él recibí el primer premio en tango en ese Luna Park colmado de una multitud y donde de repente un hombre como el autor de la Misa Criolla, Ariel Ramírez, me nombra en el diario Clarín al día siguiente diciendo que lo había conmovido el chico de Pigüé que cantó el tango “Jamás lo vas a saber”.
K: ¿Qué se siente cuando la fama llega a tan temprana edad, cuando parece que es posible tocar el cielo con las manos siendo aún un muchachito?
F: La verdad es que cuando volví a mi pueblo natal se me evaporaron esas ilusiones tan rápido… es como si después de una niebla intensa, el sol te despeja el cielo y el panorama cambia y aparece de nuevo mi Pigüé y yo me quedo allí con mis amigos, desvaneciéndose lentamente todo lo que había pasado en Buenos Aires. Ese encuentro del Luna Park había sido transmitido por los medios, todos los canales de televisión, fue una cosa maravillosa. Después de ese reconocimiento, aún hoy respiro el aire de aquel tiempo.
K: ¿Y cómo transcurrieron entonces los días posteriores a aquella época de gloria?
F: En el ’75, estoy en 6º año de la escuela industrial, no tenemos dinero ni para irnos de viaje de fin de curso, y en nuestro colegio, una escuela técnica, la mayoría de los profesores eran ingenieros o militares de un Batallón del Ejército que hay en Pigüé. A través de un contacto que tenía alguno de los jefes de ese Batallón, nos reciben acá en Buenos Aires para participar en “Domingos para la Juventud”. Yo canto en ese programa y Héctor Varela, el director de orquesta, a quien yo no conocía todavía muy bien, me deja su teléfono en las manos de Silvio Soldán y de Marconi, un locutor maravilloso.
K: ¿Héctor Varela te convocó por este reconocimiento que habías tenido en el Luna Park?
F: No, lo que pasó es que mis compañeros del colegio, le dicen a Marconi que yo cantaba tangos, que había ganado el Primer Encuentro Musical de la Canción Argentina en el ’71, y dicen bueno, vamos a hacerlo cantar, canté dos tangos y los chicos me aplaudieron como si hubiesen sido todos de mi Pigüé, ¡y fue una alegría muy grande! Alfredo Gago que era el director de Grandes Valores del Tango, en aquel momento “el programa” de música ciudadana preferido por todos los televidentes, me da una tarjeta y me invita a participar de Grandes Valores. La realidad fue que de la noche a la mañana yo entré a Buenos Aires. Héctor Varela me recibió a los tres días en un café enfrente de Sadaic y me dijo “pibe, necesito un cantor para mi orquesta”, yo le dije: “Mire maestro, la verdad he ganado algunas cositas, y me entusiasmé mucho, pero después se han desvanecido, y no quisiera volver a Pigüé y que se desarme también esta ilusión tan linda”. Héctor Varela me respondió: “si estás decidido, ya estás en mi orquesta”. Dos años después grabamos “Azúcar, pimienta y sal”, a dúo con Jorge Falcón y en el ’79 grabamos “Así bailaban mis abuelos”, que fueron los hits del momento.
K: Y desde allí Carlos Táccari, el joven soñador de Pigüé se convierte en Fernando Soler, el artista…
F: Sí, precisamente fue Héctor Varela, actuando en un teatro de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, quien me pone este nombre. Recuerdo que estaba el maestro Alfredo de Angelis junto a Varela. Entonces sale De Angelis al escenario y dice: “Tenemos que bautizar a un cantor, que es de Pigüé, se llama Carlos Táccari, y nosotros pensamos que es un nombre artístico para operetas, por lo tanto tenemos ganas de cambiarle el nombre, nos gusta el apellido Soler, pero no sabemos si Diego o Fernando ¿cuál les gusta más?”.Cuando dijeron Fernando los espectadores aplaudieron más y me quedó ese nombre. Después se me vino la vida y el tango… y me pasó algo muy particular, comencé a percibir que el tango estaba descuidado.
K: ¿Cómo es esto que has visto al tango descuidado?
F: Sí, percibí esto con mucha tristeza. Yo hablaba con Héctor Varela y le decía: “Cada vez que cantamos ‘Azúcar, Pimienta y Sal’, aparece un cuartetito con un amplificador, y nosotros que somos la gran orquesta nos transformamos en los que suenan despacito y no hay forma de ganar el entusiasmo de la gente”. Les costaba a los tangueros la movida, no entendían muy bien el tema del audio, y de la iluminación, del clima del tango, por lo tanto comencé a trabajar en eso. Hice muy pocos trabajos como solista, no estaba interesado en trabajar en lugares donde no me sentía cómodo con los músicos que me acompañaban, ni como trataban el escenario, ni con el sonido de las salas. Y veía que para muchos colegas, mucho más importantes que yo, era su forma de vida, algunos hacían seis o siete shows por noche. Yo dije: “Este es el final del tango, no conduce a nada”. Le faltaba mucha pasión, es decir, el cuidado y el cariño que se merece el tango para que se lo vea jerarquizado. Yo toda la vida lo vi glamoroso, como me lo enseñaba mi padre, con Gardel vestido de jacket, palomita blanca y un moño blanco, con pañuelo en el bolsillo y faja. En los tangos de Gardel yo escuchaba evocar al champagne y las burbujas, y los ojos femeninos, y las cosas maravillosas. Me sentía enamorado de todo eso.
K: Has recorrido el mundo. ¿Cuándo comienzan los reconocimientos internacionales?
F: Con un viaje a Japón. Fue un clic importante en mi vida. En ese Japón que nos llevaba siglos de eficiencia en tecnología, y amantes del tango a su manera, con su idiosincrasia, ellos manifestaban su cariño. Cuando me encontré al otro lado del Pacífico con japoneses que me traían los discos de Héctor Varela para que yo los firme, me emocioné mucho porque nunca me imaginé que en el otro rincón del planeta me iba a encontrar con ese país pequeño y maravilloso, con unos adelantos increíbles. Ahí vi las luces que soñaba, y escuché el sonido maravilloso del tango que añoraba y dije: “acá está la clave”. Después hago un viaje a Holanda, me va muy bien, me apoyaba el gobierno, el Casino Hilton de Rótterdam, y KLM, la compañía holandesa.
K: ¿Y qué espectáculo hacías en ese momento?
F: Un espectáculo armado y dirigido por mí. Yo era el solista. Llevaba algunos bailarines, un cuarteto, después una orquesta, hasta que en el ’90 en el Palacio de la Alcaidía de Rótterdam, el alcalde me entrega, junto a treinta y seis artistas consagrados en diferentes rubros: ciclistas, automovilistas, boxeo, fútbol, hockey, rugby, etc, el “Corazón de Oro de Rótterdam”. Fue maravilloso, algo que marcó muchísimo mi vida. Holanda me regaló ese “Corazón de Oro” que lo llevo siempre conmigo. Volví con ganas de hacer cosas diferentes. En esa ocasión tuve la oportunidad de conocer a Piazzola que estaba actuando en Holanda y voy al camarín de Astor, me presento y lo quiero felicitar porque él había abierto el espectáculo, en vez de cerrarlo como se hace habitualmente. El arreglo que había hecho de “Adiós Nonnino”, mezclado con “La Yumba” me pareció la mejor conjugación tanguera. También por entonces frecuenté a otras figuras talentosas: conocí a Amelita Baltar, a los personajes de Botica de Tango, a su mentor Bergara Leuman con sus ironías y travesuras. Compartí con los mejores representantes de este género. Lástima que muchos ya no están.
K: ¿Qué saldo te ha dejado el haber conocido a Astor Piazzola en ese viaje a Holanda?
F: Cuando volví al país sentí el deseo de rendirle un homenaje a Astor y puse sobre el escenario “Adiós Nonnino” en una casa chiquita de tangos que abrí en la capital porteña. Estaba Walter Ríos con su bandoneón, también ejecutábamos un bailado que era “Meditango”, yo cantaba “Balada para un loco” y hacíamos con Walter esta versión de “Libertad”. Algo realmente agradable, fue un éxito, era mi primer espectáculo, en una casita pequeñita que tenía a diez cuadras de acá, en este mismo barrio de Barracas, donde le puse todo el corazón. Tantas figuras maravillosas pasaron por ese tanguito en esa esquina de Barracas. Por allí nos visitó Catherine Deneuve y Vittorio Gasman. Me acuerdo que Puenzo estaba filmando la película “La Peste” y debajo del puente cercano, había instalado un tranvía. Trajo no sé cuántos actores y artistas internacionales, y entre las tomas cinematográficas venían a escuchar a mi casa un poco de tango.
K: El comienzo del artista se fue transformando en empresario visionario, el creador de esta casa de nivel internacional “Señor Tango” ¿Cuándo se inicia esta obra?
F: El empresario que había en mí, empieza a buscar… y comienza a darse cuenta que el tango moviliza, veo una jugada que se genera y leo inmediatamente un futuro maravilloso para el tango, es una virtud que tengo. En Holanda me decían: “No se puede ir a Sudamérica sin conocer Argentina”, la gente quería saber cómo era este país.
K: Y a partir de aquí ¿qué pasó en el joven empresario?
F: Me dije: “Tengo que hacer una casa de dimensiones importantes, tengo que hacer un Señor Tango”. Gardel para mí y para mi papá fue siempre muy especial. El llevaba en su billetera las imágenes del Padre Pío, Ceferino Namuncurá, Jesucristo y Gardel, como un elegido. Por lo tanto, como ven, lo puse al santo cantor en todos lados. Para mí el Señor Tango es Gardel. La gente ha hecho una transferencia y se cree que el Señor Tango es Fernando Soler. Esto nació por Gardel y él está en las dos cabeceras de esta casa. En un momento, vuelve de una gira Juan Carlos Copes con Virulaso, y me cuenta del éxito tremendo de su espectáculo en el mundo, y yo dije, esto es la combinación perfecta, entre Argentina como destino turístico, y el tango. Ellos se fueron a Londres por dos semanas y se quedaron seis meses, y fueron a verlos Lady Di, Mick Jagger, Rod Stewart, todos los número uno. Mi lectura fue clarísima. Y yo esperé con esta Barracas, de Brenta y Roncoroni, con este “Señor Tango” la llegada del turismo que arribó de una forma increíble. Los discos como solista fueron una lógica consecuencia del enorme trabajo y el éxito de “Señor Tango”.
K: ¿Por qué has elegido este barrio Barracas para instalar tu “Señor Tango”?
F: El argentino cree que Barracas es el otro lado del planeta, hay gente a quien no podés sacar de Las Heras y Pueyrredón. Me encanta esa zona pero además creo que Barracas tiene un mérito muy especial porque esto fue tango, esto fue parte de la historia, estas eran las orillas de Buenos Aires, las historias que cuentan los tangos ocurrían en los suburbios, estos eran los suburbios, Barracas, la Boca, Puente Alsina, el lugar de los matones. Una noche estábamos esperando al presidente Clinton y escucho por la radio de la policía: “La comitiva de Clinton acaba de bajar de la autopista por la calle Herrera”, esta calle que es tan simbólica en Barracas y pensé: “En la historia de Barracas va a quedar registrado por siempre que el presidente de los EE.UU transitó esta calle con su mujer Hillary, y descendió en ‘Señor Tango’”. Lo recibimos con mi mujer Soledad en la puerta, lo ubicamos a todos en el contrafrente porque así lo dijeron los hombres de seguridad. Sin embargo él eligió sentarse en el medio de la gente, y cuando yo invito a tararear “Caminito”, él intentó también hacerlo desde su lugar. Esa fue una noche inolvidable para mí, así como también han sido inolvidables las noches transcurridas con Luis Miguel, cuando viene y se queda y comemos alguna carne y algún vino argentino, y nos ponemos a cantar tangos, y baladas y coplas españolas. Realmente con Luis Miguel hemos pasado momentos muy agradables en “Señor Tango”.
K: ¿Qué otras figuras que hayas recibido recordás con especial cariño?
F: Liza Minnelli, una artista de una dimensión impresionante, Sting, Donald Trumps, Salma Hayek. Dionne Warwik, The Backstreet Boys, presidentes de todo el mundo como Gorbachov, de Haití, de Nicaragua… También Alberto de Mónaco y Schumacher con la presentación de su Ferrari en el escenario… Aquí se hizo la fiesta de la FIFA, así que han estado todas las figuras mundiales del fútbol, desde Pelé, Platini, Franz Beckenbauer, las máximas figuras mundiales y autoridades. En un momento me di cuenta de que “Señor Tango” tenía el espíritu que soñé, que esto iba a ser lo más glamoroso de Buenos Aires. Que aquí, en Barracas, un lugar fabril, exista esto es una maravilla. Gracias a Dios la gente lo eligió.
K: ¿Qué figuras que todavía no han llegado a tu casa te gustaría recibir?
F: No dejo de soñar que Diego Armando Maradona pueda visitar Señor Tango. Sería muy lindo para todos los espíritus que han pasado por esta casa que él venga. Otra personalidad es Nelson Mandela porque lo admiro. Son dos íconos.
K: Representaste a nuestro país en tantos lugares del exterior ¿cuál recordás especialmente?
F: Alemania sin lugar a dudas. La ITB es la Feria de Turismo de Berlín, el año anterior la India había hecho la ceremonia de apertura poniendo seis elefantes en el escenario, con sus trajes maravillosos. De repente me llaman a mí y me piden que arme el show de apertura de la ITB. No pude contratar a Mariano Mores porque estaba con otro trabajo y recurrí a Colángelo. Le hice armar una gran orquesta típica, puse seis parejas de baile y armé una cosa muy breve, pero muy eficaz a la hora de buscar el aplauso. Yo canté “Mi Buenos Aires Querido”, hicimos una apertura de compadritos, nos despedimos con “La Cumparsita” y recibimos la ovación de un público de cinco mil personas sentadas en butacas y traductores simultáneos de todos los idiomas. Esa Feria de Berlín fue sumamente importante. El año anterior habíamos actuado en Krefeld, donde estuvo la primera fábrica de bandoneones. Nosotros heredamos el bandoneón de un marinero alemán que llega al puerto de Buenos Aires y se transforma en el alma del tango argentino. Amo el tango, me encanta la jerarquía que tiene, voy a defenderlo eternamente, hasta el último minuto de mi vida. Ha sido mi pasión, la de mi padre, la compañía de mi madre, y de mi esposa Soledad.
K: Sabemos que tu esposa Soledad es un baluarte en tu vida…
F: Soledad ha sido mi pilar. Un hombre sin amor es como una escenografía de cartón, hay un gran vacío. Un hombre enamorado es totalmente peligroso porque es una fuente de energía permanente. Mi fuente de energía siempre ha sido Soledad. El amor es la energía pura de la vida. Podés vivir con amor y estar solo. Pero cuando se te conjuga todo, el amor, la persona que tiene la forma justa de tu vida, la medida de tu pensamiento, que piensa en lo que yo pienso, se respira un mismo latido. Me pasaron cosas con Soledad en que nos hermanamos, nos hicimos amigos profundamente en los grandes dolores y las grandes alegrías. Ese chico de Pigüé que fui todavía me habita, y Soledad lo conoció un poco, en los comienzos. Ella se enamoró de un hombre amante de la naturaleza, que le leía versos y poesías, siempre amé la poesía, la pintura y a todos los artistas que me han acercado su talento.
K: Veo que adorás al hombre generoso, al artista en general…
F: Es verdad, recuerdo a mi amigo Pérez Cellis, a Bergara Leumann y su Botica en donde juntó a todos los talentosos, él tuvo esa virtud, hombres como Bernardo Neustad, a quien siempre admiré y siempre me dio aliento. Cuando grabé el tango Uno, que al Maestro Mariano Mores le había gustado mucho, Bernardo me alentó con esa versión que está en el disco “Fernando Soler en Vivo”, el que saqué hará siete años atrás.
K: ¿Pero qué otro proyecto hay detrás de “Señor Tango”?
F: Voy a hacer un desembarco en Ushuaia, un lugar para congresos y convenciones donde alguna vez van a desembarcar diez mil pasajeros, me imagino celebrar un 31 de diciembre con personajes de todo el mundo y los barcos anclados en esa bahía. Amo la Argentina y apoyaré todas las propuestas que ella me haga. Respeto a todos los gobiernos que Argentina proponga. Cuando canté con François Mitterrand veníamos del gobierno militar, y en el club Sarmiento de Pigüé estaba Alfonsín con Mitterrand. Yo canté la milonga “Los Hermanos” de Atahualpa Yupanqui. Cuando dije en el final: “yo tengo tantos hermanos que no los puedo contar, y una hermana muy hermosa que se llama…”, lo miré a Alfonsín y le dije: “gracias a usted Doctor”, y agregué: “libertad”. Cuando dije “libertad” explotó ese galpón de una forma que los franceses pensaron que yo era la reencarnación de Gardel. Honestamente he recibido en esta casa a todos los presidentes, a todos. He cantado para Alfonsín, para Menem, para De la Rúa, y si es necesario cantaré para la presidenta de la Nación, con todo cariño y mucho respeto. Lo mío es empresarial y artístico, siempre me siento dispuesto a salir al escenario a sonreír. Incluso cuando me enteré que había muerto mi padre, una noche en Florianópolis, Brasil, salí delante del público. Por lo tanto esta casa está abierta a todos los hombres del mundo, a todos los argentinos que tengan ganas de escuchar tangos.
K: A pesar de tantos logros ¿queda algún sueño pendiente?
F: Sí, muchos. Ahora estoy con grandes expectativas con el último hijo que acabo de gestar que se llama “Fernando Soler íntimamente”, un disco que estoy haciendo con Aníbal Berraute y una gran orquesta de treinta y cuatro grandes intérpretes, muy reconocidos, muchos de ellos fueron músicos de Astor Piazzola. También hicimos tres video clips, uno con Liz Solari y proyectamos hacer alguna misión importante a beneficio de la gente que necesita. El disco se presentará en todas las categorías de los Grammys 2009 y lo lanzaremos en los próximos tres o cuatro meses. Fue un trabajo muy bonito y esperamos que tenga el éxito que se merece.
K: Te quiero preguntar sobre el backstage de ese espectáculo grandioso que ofrece “Señor Tango”, veo mucha gente, mucho esfuerzo…
F: Tengo una tropa de amigos detrás del escenario, desde el maestro Ernesto Franco, Walter Ríos, las mellizas Pereira, este chico Lamas que es el que toca la música andina. Con él y con el hermano trabajé mucho tiempo en San Telmo, son dos jujeños que tocan muy bien los vientos. El backstage es circense, todos tenemos nuestra vida, nuestras cosas y nos encontramos en el cruce de los camarines, nos tiramos algún buen augurio, hay una gran felicidad en el grupo, y se trabaja intensamente para mejorar, y todos los días queremos ver un poco más de brillo.
K: Hablame de tus hobbies…
F: Uno es coleccionar obras de arte en pintura. Tengo un montón de cositas de Soldi, de Forti, de los grandes pintores de la Boca, algunas cosas de Quinquela. Gracias a un viejo amigo, el poeta Mosquera Montaña, cuando llegué a Buenos Aires, usé uno de mis primeros sueldos con Héctor Varela para comprarme un cuadro de José Luis Menghi. Ese cuadro los ha visto a Troilo, a Copes, a Virulaso, a Rubén Juárez, ese cuadro ha visto a todos los grandes personajes. En esa mesa conocí a Julián Marías, cuando él vino a Buenos Aires le cantamos un tanguito junto con Guillermito Fernández. Y mi amor por la pintura nace porque descubro que Antonio Porchia estaba enfermo en un hospital y cuando lo iban a visitar le dejaban flores en su vaso, que estaban marchitas cada vez que llegaba la próxima visita, y Menghi le pinta un vaso lleno de flores de colores muy bonitas y le dijo: “Antonio, te traigo este cuadro para que las flores no se te marchiten”. Ese año sus pares le dieron el Premio de Honor del Salón Nacional, y yo tengo ese cuadro en mi casa.
K: Me gustaría escuchar algunas palabras de tu esposa Soledad, que me cuente ella sobre esta vida juntos tan maravillosa…
S: Soy su admiradora, amo a Fernando y lo admiro con todo mi corazón, lo sigo en sus proyectos porque le tengo toda la confianza del mundo, siempre estoy a su lado sin mucha presentación. Estoy cuidándole las espaldas, él es un gran soñador, un visionario, yo tengo poca capacidad de visión pero sí tengo los pies bien plantados sobre la tierra, y mucha fuerza interior. Entonces lo apoyo, porque el artista tiene eso de la bohemia. Intento con mi fuerza, darle las energías para que siga adelante, y para que sepa que, hasta el día que me muera voy a estar apoyándolo. El día que lo conocí y me leyó el primer poema, ese día supe que iba a ser la persona que estaría toda la vida al lado mío. Sigue leyéndome poemas y cada vez que tenemos un ratito, o unos días, poquitos porque no dejamos Señor Tango, nos encontramos con la misma pasión y la misma felicidad del primer día que nos elegimos. Me verás junto a él, también con nuestros hijos: Juan, María Nazareth y María Belén tratando de protegerlo para que sus sueños sigan creciendo.
K: Fernando, la gente se va muy agradecida por el regalo de felicidad que les brindás. ¿Tenés una real dimensión de esto?
F: La alegría es algo tan fugaz, pero yo digo que si dura lo que dura la luz de un fósforo, si es auténtica, entonces es maravillosa y es eterna. No alcanzo a medir la alegría que genero, sí me doy cuenta que la gente se va muy feliz. Los que subimos a un escenario, cualquiera sea la actividad, tenemos una sensibilidad muy particular, y cuando alguien nos manifiesta cariño o vemos una sonrisa, para nosotros es una autopista de posibilidades. Porque una sonrisa es un camino, una esperanza, un relax. Entrevista: Lic. Kamala Bonifazi a Fernando Soler en solo lideres por El Tango y sus invitados