viernes, 28 de enero de 2011

Antonia Gilabert Vargas (La Perla de Cadiz)

Antonia Gilabert Vargas (La perla de Cadiz)

La cantaora gitana Antonia Gilabert Vargas, de nombre artístico La Perla de Cádiz, nació en Cádiz en 1925 donde falleció en 1975. Hija del guitarrista Juan Gilabert y de cantaora Rosa la Papera, cantaora. Su marido, Curro de la Gamba, cantaor y bailaor. Y ella, La Perla, alumbrada por ese contorno del arte, preñó en su garganta, con riquísimos matices, los estilos variados de su tierra destacando en alegrías, bulerías, soleares, tientos y tangos.
En 1959 fue premiada por alegrías y bulerías en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba.
Cantiñas, alegrías y bulerías, labradas sobre el yunque de su voz de orfebre con el delicado martillo del sentimiento, se convirtieron en joyas de diseño y gracia inmarchitable, en arabesco sutil adornando su vasto conocimiento.
La voz de la Perla de Cádiz fue un tributo de lujo al cante gaditano; una reliquia dorada que brotó de los fondos esotéricos del flamenco como una granada nazarí. Brillante y dura al mismo tiempo, buscaba deshacerse en el crisol de las melismas con fulgor de fragua en las ducas dolientes
 de las seguiriyas y con aromas de sal en el gracejo diáfano de las alegrías.
Su manera de entender el cante fue pareja siempre con los avatares de su vida en pulcra concomitancia del cuerpo y del alma. Cuando el gozo de la vida reflectaba en su energía, la luz que envolvía su voz era transparente y clara como el arroyo que discurre protegido por la fronda. Pero cuando en sus últimos años los dolores insufribles de la destrucción amelgaron sus carnes, apareció, como signo irreverente, el grito desgarrado, la desolada confluencia de la pena y el tormento como didáctico diapasón de la crueldad que quiebra, dobla y deshace aquellas estancias primitivas donde el sentir y el creer se aunaban para ajustar en su ánimo lo alegre y lo saludable.
En La Perla recayó, con todos los honores, el halo majestuoso que dejara tras de sí la increible Niña de los Peines, para que el flujo femenino de los cantes andaluces siguiera corriendo por los surcos amables de la gracia en la más bella inspiración flamenca.
De ella debemos guardar los aficionados, como rasgos más vigorosos, el sentimiento, la sencillez, la armonía y la delicadeza. Son los que desplegó cuando la vida corría vigorosa por sus pulsos, los mismos que la hicieron brillar en el II Concurso Nacional de Córdoba en el que fue figura señera.
Fuente Ateneo de Cordoba de España